Siempre
que hay algo que celebrar este músico brasileño coge su tambor, baja a la
calle, y convoca a la gente como si fuera el flautista de Hamelín a rítmo de
samba. Es entonces cuando aparecen malabares, volteretas y cabriolas, y cualquiera
se inventa una pirueta. Es el hombre fiesta y dónde va le acompaña la juerga.
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