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martes, 21 de septiembre de 2010
ENTREVISTA DESDE LA CÁRCEL
Raquel Taladriz Verdes. Cuarenta y dos años. Dos hijas menores. Una de ellas, Ariadna, era lactante en el momento de la detención y estuvo en la cárcel con su madre durante cinco meses. Su caso es un ejemplo flagrante de la lentitud de la justicia francesa. La condena le llegó tarde y mal, justo doce años después del juicio, cuando estaba totalmente reinsertada en la sociedad, con la vida resuelta, y caminaba por el sendero recto del bien social. Ha formado un hogar con un albañil sencillo, José Mediavilla. Ha sido terapeuta del Proyecto Hombre y hasta una organización tan beligerante contra el narcotráfico como Madres Unidas contra la Droga ha pedido su excarcelación inmediata. Ha causado un fuerte impacto en la opinión pública, en los medios de comunicación, y en la sensibilidad de la buena gente que ve en este caso la oportunidad para conseguir una justicia con ojos, alma y corazón. Accedemos a ella mediante una carta que entrega discretamente su hija mayor, Alba, con una lista de preguntas que Raquel nos responde con una nota manuscrita.
PREGUNTA- ¿Por qué está usted en la cárcel?
RESPUESTA- Como me dijo la sicóloga en un intento de entender algo de lo que me estaba pasando: “Porque lo ha dicho Su Señoría”.
P- ¿De qué se le acusa?
R- De un delito contra la Salud Pública.
P- ¿Es la primera vez que está usted en prisión?
R- No.
P- ¿Por qué la soltaron la primera vez?
R- Tuvieron que anular el primer juicio que se había celebrado, debido a las denuncias que mi abogado expuso contra las irregularidades e ilegalidades que se habían producido en él y en mi detención.
P- ¿Cuánto tiempo estuvo entonces?
R- Veinte meses.
P- ¿Nos podría describir cómo fueron sus dos detenciones?
R- La primera vez me detuvieron en la sala de teléfonos de la estación de trenes de París, sentí un fuerte impacto que me empotró contra el cristal. Con una mano me empujaban fuertemente contra él y con otra me ponían una pistola en la cabeza. Alrededor había muchos hombres, siete u ocho, apuntándome con sus armas. La segunda vinieron cuatro Guardias Civiles a mi casa de Zarzalejo. Me dijeron que tenía que acompañarles porque me reclamaba un juez de la Audiencia Nacional.
P- ¿Se arrepiente de algo de su pasado?
R- Hay muchas cosas en mi vida que me gustaría no haber tenido que pasar por ellas, pero también es verdad que parte de lo que soy y de lo que sé ahora ha sido gracias a haber pasado por todas esas experiencias.
P- ¿Conoce los nombres de los jueces que le han inculpado?
R- No.
P- ¿Qué les diría ahora en su defensa, qué diría al fiscal del caso, Fungairiño?
R- Me gustaría preguntarles a los jueces y fiscales si alguna vez han sido conscientes cuando hacen su trabajo de ejecutar ordenes de prisión y negaciones de libertad. Si alguna vez han pensado o piensan que detrás de esos papeles, de esos números, de esas letras, estamos seres humanos, personas de carne y hueso que sentimos y pensamos. No somos máquinas. Me gustaría preguntarles si han reflexionado alguna vez si en su intento de instruir justicia cometen una de las injusticias más grandes que se pueden realizar como es el negarle el derecho a un niño a criarse con su madre. Les rogaría que dijeran si alguna vez se han planteado si realmente están haciendo un bien al ejecutar esa orden o si el daño es mayor. También me gustaría saber qué sienten cada vez que lo hacen.
P- ¿A cuántas personas condenaron en su caso?
R- A tres personas, dos hombres y yo.
P- ¿Cree usted que merece el tercer grado, qué razones argumentaría para que la dejaran libre?
R- Mi familia, mis hijas, mi compañero y yo merecemos recuperar la vida que estabamos disfrutando. Yo no hago ningún daño a nadie, no cometo actos delictivos ni ilegales. Soy una persona perfectamente integrada en la sociedad ¿Qué sentido tiene que me tengan aquí? ¿Por qué me separan de mi familia? ¿Por qué les castigan a ellos? ¿Qué relación tienen ellos con algo que hice yo hace quince años? ¿Qué tengo que ver yo ahora con algo tan del pasado? ¿Por qué me impiden cumplir con la obligación de ser madre y por qué le quitan a mis hijas el derecho a desarrollarse conmigo?
P- Si tuviera delante al Presidente del Gobierno español ¿qué le diría para pedirle que medie por usted y solicite el indulto a Chirac?
R- Le pediría, por favor, que me den la libertad que me han quitado y que me corresponde por derecho de conciencia.
P- ¿En qué consiste su concepto de justicia personalizada?
R- Cuando hablo de justicia personalizada me refiero que a la hora de encarcelar, juzgar o liberar a una persona de la cárcel se tenga en cuenta quién es, y que se le trate como un ser integro y total. Que se valore la situación familiar, y en concreto la de los hijos pequeños dado que emocionalmente son inseparables de sus madres. Que todo se sopese como el tiempo transcurrido, que se estudien las razones y los motivos. Sobre todo analizar si la persona ha comprendido, si asume su error, se responsabiliza, y no reincide en el delito, si al fin ha aprendido ¿Qué sentido tiene el castigo cuando se ha comprendido el error y se asume la responsabilidad de no volver a hacerlo?
P- ¿Cómo cree que podría integrarse ese planteamiento dentro del nuevo concepto de justicia europea?
R- Desconozco por completo lo del espacio judicial europeo, aunque creo que debería basarse en el respeto, la comprensión y la tolerancia.
P- ¿Qué le sugiere la idea que Rosa Montero expresó en una columna referida a usted y que dice que “Cuando la justicia se retrasa demasiado, más que justicia parece venganza”?
R- Para mí eso no es una idea. Es un sentimiento y un hecho. No sólo siento la venganza sobre mí, sino también el ensañamiento por parte de la justicia.
P- ¿Qué labor social ha desarrollado usted en sus años de libertad?
R- He estudiado y trabajado en temas relacionados con la salud, la educación y la ecología. He sido terapeuta, me he dedicado al cuidado de enfermos, personas mayores y niños. Tengo una larga trayectoria de asociacionismo y he estado implicada en organizaciones que defendían la cultura, la vida alternativa, los productos ecológicos, y el cultivo de tierras sin dañar el medio ambiente.
P- ¿Cómo ha pasado todos estos meses en Soto del Real?
R- Sufriendo mucho y luchando para que no me separaran de mi hijita, para salir de aquí. He peleado también para no dejar de ser quien soy, para no convertirme en una más que odia, maldice y desprecia todo y a todos los que están a su alrededor.
P- ¿Cómo se siente una madre cuando la separan de su hija de tres años, por un delito que cometió hace tanto tiempo?
R- Destrozada, hundida. La impotencia te cala hasta los huesos. Sólo lloras y pides. El dolor ya forma parte de ti misma, es como si te desgarraras, como si te quitaran un miembro, como si te arrancaran el corazón... y no hay consuelo posible.
P- ¿Cómo ha afectado a la niña esta situación?
R- Terriblemente, la niña ha pasado mucho miedo. Los primeros meses estaba aterrada, no se separaba de mí, de mis brazos. No comía, no hablaba, y ni se acercaba a nadie. Le aterraba cuando cerraban la puerta de la celda. Lloraba, gritaba, le daba patadas y la aporreaba con todas sus fuerzas hasta que se cansaba. Pero a lo que más miedo tengo es a lo que no se ve, a aquello que su inconsciente esté guardando por no tener la suficiente madurez para entender lo que está ocurriendo.
P- ¿Qué responsabilidades ha tenido usted que delegar en su hija de diecisiete años?
R- Hacerse cargo de una casa, de la limpieza, de la comida, etc... y la responsabilidad de la maternidad con todo lo que ello supone teniendo en cuenta además que ella no ha elegido ser madre.
P- ¿Cómo era su vida antes de la cárcel?
R- Una vida muy normalita haciendo labores en casa y dedicada al cuidado de Ariadna. Además trabajaba en el huerto y en la viña. Preparaba conservas, cuidaba el jardín, y participaba en las diferentes asociaciones a las que pertenezco.
P- Cuéntenos cómo es un día normal en prisión...
R- Me levanto de seis a siete de la mañana. Hago yoga y preparo la celda. Desayuno a las nueve. Limpio las escaleras del módulo y voy a informática. A las once vuelvo, ayudo con los bebés, y si puedo estudio. Algunos días voy a taichí. La comida es de una a dos de la tarde. En la siesta escribo, leo o medito. A las cinco abren, cuido a los niños y a veces estudio.
P- ¿Cómo está resultando la convivencia?
R- Todo se complica si me toca acompañamiento, que consiste en dormir con una mamá y su bebé. No descanso y me descentro bastante.
P- Después de todo lo que le ha pasado... ¿Usted cree en la justicia?
R- No creo en la justicia institucionalizada.
P- ¿Cómo está viviendo que la opinión pública se esté movilizando a su favor, qué repercusiones está teniendo en su vida tales muestras de afecto y solidaridad?
R- Como un regalo. Es un gran regalo. Tengo un gran sentimiento de gratitud que me hace sentir muy bien. De repente todo cobra sentido, nada ha sido en vano, la verdad prevalece. Es la otra cara de la moneda, la cara buena, la cara justa. Por fin es real. La solidaridad, el altruismo, el amor ¡EXISTEN!
P- ¿Qué es lo que le impulsa a seguir luchando para salir de ahí?
R- La verdad, mi familia, el afán de que se haga justicia. Mis amigos y todas aquellas personas que están peleando conmigo, se lo merecen.
P- ¿Qué hará usted cuando salga?
R- Seguir viviendo, seguir luchando. Gracias por todo.
A la hora de responder estas preguntas ella ignora que gracias a la presión popular se le concederá el tercer grado. El miércoles 5 de enero, en la recta final de las Navidades, las autoridades judiciales se lo otorgaron sin ninguna alegación en contra. Ni siquiera la del fiscal. Va a salir de la cárcel de Soto del Real seguramente a finales de enero o a principios de febrero. Es el mejor regalo de Reyes a la humanización de la justicia, aunque no suficiente. El tercer grado es una libertad limitada, un primer paso para el indulto. Centenares de personas que están en esta situación exigen una respuesta de los poderes públicos. El caso de Raquel es la punta de lanza para lograr entre todos una justicia más justa en el Estado Social y de Derecho que propugna la Constitución Española, y que debería contemplar el espacio judicial europeo.
domingo, 19 de septiembre de 2010
EL TAMBOR DE HAMELÍN
Siempre
que hay algo que celebrar este músico brasileño coge su tambor, baja a la
calle, y convoca a la gente como si fuera el flautista de Hamelín a rítmo de
samba. Es entonces cuando aparecen malabares, volteretas y cabriolas, y cualquiera
se inventa una pirueta. Es el hombre fiesta y dónde va le acompaña la juerga.
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